martes, 10 de septiembre de 2013

Zurdo contra Zurdo. Un buen día para conocer a Humberto Acosta

Transcurría el jueves 5 de septiembre, nos recuperábamos de un resfriado común cuando recibimos un mensaje de texto de nuestra hermana para avisarnos que se encontraba en la clínica, de emergencia, porque nuestra abuela tuvo complicaciones con uno de sus ojos. A simple vista, no parecía nada grave, pero cuando la persona en cuestión tiene 87 años cualquier cosa podría desencadenarse en otra.

Fue así como, luego de almorzar, nos dirigimos hacia el sitio en donde se encontraba Ivana, nuestra hermana, junto a un tío y la abuela. El lugar era un centro especializado en atención oftalmológica, ubicado en la avenida Francisco de Miranda, muy cerca de la Plaza Altamira.  Las clínicas, de cualquier tipo, jamás han sido de nuestro agrado, por eso cuando nos encontrábamos en camino decidimos adquirir un ejemplar de El Nacional para apaciguar los nervios con la  lectura, mientras estuviésemos en el lugar.

Cualquier nerviosismo presente en nuestro ser desapareció cuando vimos a la abuela: ahí estaba como siempre, de buen humor. Nos decía que estuviésemos calmados, que de seguro lo del ojo era una tontería. La tranquilidad volvió a  nosotros.

Mientras esperábamos que el doctor atendiera a Emma (la abuela) leímos por completo El Nacional, y disfrutando mucho, como siempre, la sección de deportes. El tiempo pasó, yacíamos sin nada que hacer, y fue en ese momento cuando Vicente (el tío) nos sugirió leer la edición que había comprado del diario Últimas Noticias. Al principio nos rehusamos pero luego, ante esa angustiosa y hasta macabra sensación de estar sin hacer algo —eso que en casa llaman estar sin oficio—, decidimos seguir con el agradable y hasta adictivo hábito que es la lectura.

Fue ahí cuando, luego de saber que Emma estaría bien, que otra noticia conmocionó nuestro día. Junto a una nota del periodista Alfredo Villasmil nos enteramos, gracias a la columna de Juan Vené, que ese mismo día en el auditorio Fernando Crespo Suñer de Ciudad Banesco, en Bello Monte, uno de nuestros periodistas favoritos y a quien consideramos un modelo a seguir presentaría su más reciente libro, ganador en el año 2011 del premio Concurso de Literatura Deportiva. La obra se titula Zurdo contra Zurdo. Johan Santana vs Sandy Koufax, de Humberto Acosta. En la columna antes mencionada Vené afirmaba: «En mis años de niño solíamos oír por radio el slogan: “si es Bayer, es bueno”. Ahora ante la obra zurdo contra zurdo, me atrevo a afirmar: Si la escribió Humberto Acosta es buena». Aquello nos hizo sonreír porque coincidimos con Vené. 
Ejemplar de Zurdo contra Zurdo

Miramos a Vicente y de inmediato le propusimos asistir al bautizo del libro, —tío, será interesante ir—le comentamos con entusiasmo. Fue así como a eso de las cuatro de la tarde salimos de Altamira y emprendimos camino hacia Ciudad Banesco.

«Ojalá pudiera conocer a Humberto. De poder hacerlo, le rogaré que me firme su nuevo libro», pensamos animados. 

Contrario a lo que normalmente ocurre en este valle, en el que se encuentra la capital de nuestro país, llamado Caracas, el trayecto hacia Bello Monte fue rápido. Llegamos a la cinco en punto. El personal de vigilancia nos otorgó unas credenciales que nos identificaban como visitantes y muy amablemente nos indicaron en qué lugar de aquel gigantesco complejo se encontraba el auditorio

Nuestro ejemplar de Sandy Koufax y yo
Es evidente que en el momento en que encontramos el lugar en donde se realizaría el evento no había alrededor persona alguna más que nosotros. Pudimos observar afiches de Sandy Koufax, el confeso ídolo de Humberto, y de Johan Santana. En las fotos podíamos distinguir sus diferencias, Koufax espigado y con la espalda angosta; por otro lado Santana,  mucho más robusto. Ese tipo de personas a las que junto a nuestros compañeros de clases denominamos tanques de guerra. Sin embargo, también podíamos apreciar esa particularidad tan notoria y que en los deportes es tan apreciada: los dos eran siniestros. Coloquialmente, zurdos.

«Con los zurdos ocurre algo en los deportes, siempre molestan a los derechos. El hecho es que desconcierta totalmente al diestro porque el efecto es distinto al que se está acostumbrado; en el fútbol siempre son jugadores incómodos y normalmente habilidosos; y en las peleas —refiriéndose a la lucha libre, karate y demás—  te sorprenden porque te atacan por el lado menos esperado. También solían ser un problema para los entrenadores por la simple circunstancia de que al ser zurdos no sabían entrenarlos», Nos comentó en una oportunidad un entrenador de tenis del club Izcaragua, cuyo nombre no recordamos.

De vuelta a Ciudad Banesco, nos colocamos cerca de unas escaleras que conducen hacia el piso inferior, en donde hay una gran terraza en la que realizan bailoterapias y otras actividades. Estuvimos conversando, para variar, de deportes. Vicente estaba particularmente impresionado —o indignado— porque la noche anterior los Medias Rojas de Boston bombardearon 20 carreras contra 4 a los Tigres de Detroit.

Como a los 15 minutos, aproximadamente, llegó Humberto, acompañado de su esposa y otro señor (bastante canoso, por cierto). Era la oportunidad perfecta, en vista de que no había nadie que pudiera impedir que conociera y conversara con el ídolo. No obstante, nos invadió cierta timidez poco usual. Nos mantuvimos a distancia, esperando el momento idóneo para conversar con él.

Varios individuos comenzaron a rondar las cercanías del auditorio, entre ellos el elocuente José Visconti —quien de forma muy simpática, aun sin conocernos, nos saludó.

Eran las seis en punto, finalmente abrieron la puerta del Fernando Crespo Suñer. La gente comenzó a entrar como si nada, de la misma forma que lo hicimos nosotros. El recinto lucía sublime, con las butacas esperándonos , el frío agradable del aire acondicionado y justo en el punto en que terminaba el pasillo por donde ingresamos estaba Humberto, saludando a cada uno de los que entraron detrás de él, y que coincidieron en aquel lugar aquella hora para un momento más que especial. Nosotros no fuimos la excepción.

«Mucho gustó, Vicente Amengual, encantado de conocerlo», le comentó nuestro tío mientras le estrechaba la mano. Seguidamente nos introdujo:
—Le presento a mi sobrino, y si dios quiere, próximamente un colega suyo— le comentó. ¡Vaya sorpresa! ¿Colegas? Jamás lo imaginamos así, a pesar de que es algo totalmente factible, ahí veíamos a un arquetipo, a un ídolo, a quien mediante los medios de comunicación apreciábamos como un maestro.
—Mucho gustó, es un placer— le comentamos—, en algún momento tuve la oportunidad de conversar con usted por el correo electrónico.
— ¿Sí, hace cuánto? —nos preguntó.
—Hace como tres meses, fui quien le escribió de forma fantasmal preguntándole qué tiene el beisbol que cautiva y atrapa.
—Ah, claro que sí. Ya recuerdo, cómo no. ¿Cómo estás, cuánto te falta para salir de la universidad? —tuvimos la sensación de que la afirmación era totalmente honesta. Y si no lo era ¿qué más da?
Lo siguiente fue una conversación muy breve acerca de la carrera, beisbol —Vicente pudo expresar su indignación por la paliza que Boston le dio a Detroit— y de esos peloteros que quedan grabados en nuestra memoria porque, luego de una pésima racha, dan un jonrón en la baja del noveno para empatar un juego y alargar la tormentosa guardia nocturna. Era una persona, un periodista.

Al poco tiempo inició el bautizo del libro, los oradores hablaron del concurso que ganó Humberto, y de cómo el contenido de Zurdo contra Zurdo demostraba un profundo conocimiento del juego de pelota. Seguidamente, le dieron el micrófono para que dijera unas palabras. Escuchamos atentamente, pero un fragmento en  particular nos cautivó (y que suele recalcar en los prólogos de sus libros):

H.A dando las gracias y hablando de Sandy Koufax
«Todos los periodistas deportivos empezamos siendo fanáticos de alguna disciplina y algún jugador pero, a medida que se crece en la profesión, uno aprende a ver el juego de otra manera. Sin embargo, es probable que lo único que queda de fanatismo por el beisbol en Humberto Acosta es Sandy Koufax», narró con emoción.

En nuestro caso particular, la única figura que nos ha impactado de tal manera es el suizo Roger Federer. Aún no sabemos si la idolatría durará tanto tiempo (aunque es muy posible que continúe).

Al final del acto, le permitieron a un visiblemente emocionado José Visconti que dijera algunas palabras de las cuales rescatamos estas: «Siempre lo digo, Humberto Acosta no es solo una gloria del periodismo deportivo, sino del periodismo en general, como profesión».

Su narración solo  nos reforzó de aquello de lo que nos convencimos cuando leímos su columna publicada en el diario Meridiano el 26 de junio del 2013, en respuesta a un lector que le notificó un pequeño fallo en un escrito anterior, luego de notificar y explicar lo sucedido, escribió: «Esta columna ratifica una convicción que cada vez que podemos, repetimos a quienes se inician en el oficio del periodismo, dentro del área de los deportes. Escribimos o hablamos para expertos. Los que nos obliga a procurar un alto nivel de calidad y responsabilidad en nuestro trabajo. Una exigencia extensiva a los otros espacios de la comunicación social, y ni qué decirlo, a cualquier otro quehacer».


El acto terminó, el personal de protocolo nos obsequió el libro que originó aquel evento, comimos roast beef y cebiche— que, por cierto, le encantó a Vicente— y Humberto muy amablemente nos firmó los libros y
H.A junto a Vicente Amengual
accedió a tomarse una foto con nosotros. No podríamos estar más emocionados. 

Ya alejado, en una mesa alta en donde degustábamos  un delicioso trago de escocés dieciocho años con nuestro tío nos aseguramos que, de haberlo planeado, le habríamos pedido a Humberto que firmara los otros libros que tenemos de él.

No obstante, visiblemente felices y satisfechos, nos quedamos con una afirmación del maestro que esperamos repetir en muchos años:

Nuestra colección de libros de H.A




«Una vez, en algún foro, alguna estudiante me preguntó qué era lo más satisfactorio de llevar tanto tiempo ejerciendo el periodismo deportivo. Le respondí, contrario a lo que esperaría de respuesta, que eso mismo, haber podido ejercer el periodismo deportivo. Eso fue lo que siempre quise ser, y lo que afortunadamente sigo haciendo».





No deseamos otra cosa con tanto fervor, y gracias, maestro.

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