Zurdo contra Zurdo. Un buen día para conocer a Humberto Acosta
Transcurría el jueves 5
de septiembre, nos recuperábamos de un resfriado común cuando recibimos un
mensaje de texto de nuestra hermana para avisarnos que se encontraba en la
clínica, de emergencia, porque nuestra abuela tuvo complicaciones con uno de sus ojos. A
simple vista, no parecía nada grave, pero cuando la persona en cuestión tiene
87 años cualquier cosa podría desencadenarse en otra.
Fue así como, luego de
almorzar, nos dirigimos hacia el sitio en donde se encontraba Ivana, nuestra
hermana, junto a un tío y la abuela. El lugar era un centro especializado en
atención oftalmológica, ubicado en la avenida Francisco de Miranda, muy cerca
de la Plaza Altamira. Las clínicas, de
cualquier tipo, jamás han sido de nuestro agrado, por eso cuando nos
encontrábamos en camino decidimos adquirir un ejemplar de El Nacional para apaciguar los nervios con la lectura, mientras estuviésemos en el lugar.
Cualquier nerviosismo
presente en nuestro ser desapareció cuando vimos a la abuela: ahí estaba como
siempre, de buen humor. Nos decía que estuviésemos calmados, que de seguro lo
del ojo era una tontería. La tranquilidad volvió a nosotros.
Mientras esperábamos
que el doctor atendiera a Emma (la abuela) leímos por completo El Nacional, y disfrutando mucho, como
siempre, la sección de deportes. El tiempo pasó, yacíamos sin nada que hacer, y
fue en ese momento cuando Vicente (el tío) nos sugirió leer la edición que
había comprado del diario Últimas
Noticias. Al principio nos rehusamos pero luego, ante esa angustiosa y
hasta macabra sensación de estar sin hacer algo —eso que en casa llaman estar
sin oficio—, decidimos seguir con el agradable y hasta adictivo hábito que es
la lectura.
Fue ahí cuando, luego
de saber que Emma estaría bien, que otra noticia conmocionó nuestro día. Junto
a una nota del periodista Alfredo Villasmil nos enteramos, gracias a la columna
de Juan Vené, que ese mismo día en el auditorio Fernando Crespo Suñer de Ciudad
Banesco, en Bello Monte, uno de nuestros periodistas favoritos y a quien
consideramos un modelo a seguir presentaría su más reciente libro, ganador en
el año 2011 del premio Concurso de Literatura Deportiva. La obra se titula Zurdo contra Zurdo. Johan Santana vs Sandy
Koufax, de Humberto Acosta. En la columna antes mencionada Vené afirmaba: «En
mis años de niño solíamos oír por radio el slogan: “si es Bayer, es bueno”.
Ahora ante la obra zurdo contra zurdo, me atrevo a afirmar: Si la escribió
Humberto Acosta es buena». Aquello nos hizo sonreír porque coincidimos con Vené.
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| Ejemplar de Zurdo contra Zurdo |
Miramos a Vicente y de
inmediato le propusimos asistir al bautizo del libro, —tío, será interesante
ir—le comentamos con entusiasmo. Fue así como a eso de las cuatro de la tarde
salimos de Altamira y emprendimos camino hacia Ciudad Banesco.
«Ojalá pudiera conocer
a Humberto. De poder hacerlo, le rogaré que me firme su nuevo libro», pensamos
animados.
Contrario a lo que
normalmente ocurre en este valle, en el que se encuentra la capital de nuestro
país, llamado Caracas, el trayecto hacia Bello Monte fue rápido. Llegamos a la cinco en punto. El personal de vigilancia nos otorgó unas credenciales que nos
identificaban como visitantes y muy amablemente nos indicaron en qué lugar de
aquel gigantesco complejo se encontraba el auditorio
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| Nuestro ejemplar de Sandy Koufax y yo |
«Con los zurdos ocurre
algo en los deportes, siempre molestan a los derechos. El hecho es que
desconcierta totalmente al diestro porque el efecto es distinto al que se está
acostumbrado; en el fútbol siempre son jugadores incómodos y normalmente
habilidosos; y en las peleas —refiriéndose a la lucha libre, karate y demás— te sorprenden porque te atacan por el lado menos esperado. También solían ser
un problema para los entrenadores por la simple circunstancia de que al ser
zurdos no sabían entrenarlos», Nos comentó en una oportunidad un entrenador de
tenis del club Izcaragua, cuyo nombre no recordamos.
De vuelta a Ciudad
Banesco, nos colocamos cerca de unas escaleras que conducen hacia el piso
inferior, en donde hay una gran terraza en la que realizan bailoterapias y
otras actividades. Estuvimos conversando, para variar, de deportes. Vicente
estaba particularmente impresionado —o indignado— porque la noche anterior los
Medias Rojas de Boston bombardearon 20 carreras contra 4 a los Tigres de
Detroit.
Como a los 15 minutos,
aproximadamente, llegó Humberto, acompañado de su esposa y otro señor (bastante
canoso, por cierto). Era la oportunidad perfecta, en vista de que no había
nadie que pudiera impedir que conociera y conversara con el ídolo. No obstante,
nos invadió cierta timidez poco usual. Nos mantuvimos a distancia, esperando el
momento idóneo para conversar con él.
Varios individuos
comenzaron a rondar las cercanías del auditorio, entre ellos el elocuente José
Visconti —quien de forma muy simpática, aun sin conocernos, nos saludó.
Eran las seis en punto,
finalmente abrieron la puerta del Fernando Crespo Suñer. La gente comenzó a
entrar como si nada, de la misma forma que lo hicimos nosotros. El recinto
lucía sublime, con las butacas esperándonos , el frío agradable del aire
acondicionado y justo en el punto en que terminaba el pasillo por donde ingresamos estaba Humberto, saludando a cada uno de los que entraron detrás de
él, y que coincidieron en aquel lugar aquella hora para un momento más que
especial. Nosotros no fuimos la excepción.
«Mucho gustó, Vicente
Amengual, encantado de conocerlo», le comentó nuestro tío mientras le
estrechaba la mano. Seguidamente nos introdujo:
—Le presento a mi
sobrino, y si dios quiere, próximamente un colega suyo— le comentó. ¡Vaya
sorpresa! ¿Colegas? Jamás lo imaginamos así, a pesar de que es algo totalmente
factible, ahí veíamos a un arquetipo, a un ídolo, a quien mediante los medios
de comunicación apreciábamos como un maestro.
—Mucho gustó, es un
placer— le comentamos—, en algún momento tuve la oportunidad de conversar con
usted por el correo electrónico.
— ¿Sí, hace cuánto? —nos
preguntó.
—Hace como tres meses,
fui quien le escribió de forma fantasmal preguntándole qué tiene el beisbol que
cautiva y atrapa.
—Ah, claro que sí. Ya
recuerdo, cómo no. ¿Cómo estás, cuánto te falta para salir de la universidad? —tuvimos
la sensación de que la afirmación era totalmente honesta. Y si no lo era ¿qué
más da?
Lo siguiente fue una
conversación muy breve acerca de la carrera, beisbol —Vicente pudo expresar su
indignación por la paliza que Boston le dio a Detroit— y de esos peloteros que
quedan grabados en nuestra memoria porque, luego de una pésima racha, dan un
jonrón en la baja del noveno para empatar un juego y alargar la tormentosa
guardia nocturna. Era una persona, un periodista.
Al poco tiempo inició
el bautizo del libro, los oradores hablaron del concurso que ganó Humberto, y
de cómo el contenido de Zurdo contra
Zurdo demostraba un profundo conocimiento del juego de pelota.
Seguidamente, le dieron el micrófono para que dijera unas palabras.
Escuchamos atentamente, pero un fragmento en
particular nos cautivó (y que suele recalcar en los prólogos de sus
libros):
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| H.A dando las gracias y hablando de Sandy Koufax |
«Todos los periodistas
deportivos empezamos siendo fanáticos de alguna disciplina y algún jugador
pero, a medida que se crece en la profesión, uno aprende a ver el juego de otra
manera. Sin embargo, es probable que lo único que queda de fanatismo por el
beisbol en Humberto Acosta es Sandy Koufax», narró con emoción.
En nuestro caso
particular, la única figura que nos ha impactado de tal manera es el suizo
Roger Federer. Aún no sabemos si la idolatría durará tanto tiempo (aunque es
muy posible que continúe).
Al final del acto, le
permitieron a un visiblemente emocionado José Visconti que dijera algunas
palabras de las cuales rescatamos estas: «Siempre lo digo, Humberto Acosta no
es solo una gloria del periodismo deportivo, sino del periodismo en general,
como profesión».
Su narración solo nos reforzó de aquello de lo que nos
convencimos cuando leímos su columna publicada en el diario Meridiano el 26 de junio del 2013, en
respuesta a un lector que le notificó un pequeño fallo en un escrito anterior,
luego de notificar y explicar lo sucedido, escribió: «Esta columna ratifica una
convicción que cada vez que podemos, repetimos a quienes se inician en el
oficio del periodismo, dentro del área de los deportes. Escribimos o hablamos
para expertos. Los que nos obliga a procurar un alto nivel de calidad y
responsabilidad en nuestro trabajo. Una exigencia extensiva a los otros
espacios de la comunicación social, y ni qué decirlo, a cualquier otro
quehacer».
El acto terminó, el personal
de protocolo nos obsequió el libro que originó aquel evento, comimos roast beef
y cebiche— que, por cierto, le encantó a Vicente— y Humberto muy amablemente
nos firmó los libros y
accedió a tomarse una foto con nosotros. No podríamos
estar más emocionados.
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| H.A junto a Vicente Amengual |
Ya alejado, en una mesa
alta en donde degustábamos un delicioso trago de escocés dieciocho años con nuestro tío nos aseguramos que, de haberlo planeado, le habríamos pedido a Humberto que
firmara los otros libros que tenemos de él.
No obstante,
visiblemente felices y satisfechos, nos quedamos con una afirmación del maestro
que esperamos repetir en muchos años:
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| Nuestra colección de libros de H.A |
«Una vez, en algún foro, alguna estudiante me preguntó qué era lo más satisfactorio de llevar tanto tiempo ejerciendo el periodismo deportivo. Le respondí, contrario a lo que esperaría de respuesta, que eso mismo, haber podido ejercer el periodismo deportivo. Eso fue lo que siempre quise ser, y lo que afortunadamente sigo haciendo».






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