Hace muchos años me encontraba
cursando el segundo grado de primaria en el Colegio San Luis. En ese tiempo, mi
padre me inscribió en una escuela de kung fu. En ese momento no me sentía muy
animado; sin embargo, comencé a recorrer un camino increíble, en donde hice
amigos que hasta el día de hoy conservo. No fue sino hasta mucho tiempo después
que entendí lo especial que era esa academia.
"Lo lindo de aquel grupo
es que era una competencia sana. No había trampas", me dijo mi mamá
recientemente.
Sin darme cuenta, aquellos
entrenamientos formaron buena parte de lo que soy hoy— a pesar
de que cuando me daba cierta flojera entrenar me dedicaba a las mayores
irreverencias posibles, Andrés lo sabe, tanto mi amigo como el Sifu.
Ahora, mucho tiempo después,
me encuentro en la universidad. Tuve la oportunidad de entrevistar a mi maestro
y amigo, el Sifu José Luis Peñaloza —su verdadero rango es el de máster, así
que le pediré disculpas, pero la costumbre puede más que ciertas cosas.
Ahora, es un placer para mí
compartir con ustedes una agradable conversación, a distancia, pero que no pierde
su esencia.
Esto fue así:
“En Venezuela
los valores marciales son importantes, la honestidad está ahí”
En la
actualidad, son muchos los deportistas venezolanos que brillan en el exterior
en distintas disciplinas como el béisbol, fútbol, básquetbol, esgrima, entre
otros. No obstante, existen otros individuos que por sus habilidades
extraordinarias se destacan afuera del suelo criollo y, por cosas del destino,
sus méritos pasan por debajo de la mesa en su tierra natal. José Luis Peñaloza
es uno de ellos.
Peñaloza es
fundador del estilo “American Mantis Kung Fu”, máster cinturón negro séptimo
dan. Hoy en día, a sus 41 años, se encuentra entrenando para optar por el
octavo, en el mes de mayo. Comenzó a practicar las artes marciales en los años
80, siguiéndole la contraria a sus padres y a los psicopedagogos, porque sufría
de un problema de agresividad. 20 años después recibió de parte del gobierno de
Estados Unidos la visa de residencia permanente en reconocimiento a sus
habilidades extraordinarias y especiales en las artes marciales. Nueve años más
tarde, ingresó en el Salón de la Fama Latinoamericano, en Puerto Rico.
¿Cuándo
y por qué comenzó a practicar artes marciales?
—Comencé a principios de los años 80, era un
muchacho de 9 o 10 años y empecé siguiéndole la contraria a mis padres. Yo
estuve en tratamiento con un psicopedagogo por agresividad extrema; me prohibieron
practicar cualquier estilo de arte marcial porque , supuestamente, eso haría
que siguiera golpeando a las demás personas.
Yo peleaba mucho en la escuela, fui muchas
veces suspendido. Yo sentía que las artes marciales me ayudarían a canalizar las
emociones y la energía que tenía. Comencé a practicar de forma muy informal,
no obstante, al poco tiempo, me inicié en el sistema de la grulla blanca. Por cuestiones de distancia y de
seguridad, tuve que dejar a mi primer maestro y me inscribí en el Club Los Cortijos, mis maestros en este sitio fueron el sifu Alejandro Fuentes y Héctor
Yépez.
Parece
paradójico, ¿de qué forma las artes marciales lo ayudaron a controlar la
agresividad?
—Básicamente me ayudaron a encontrarme a mí mismo.
Con el kung fu comprendí que estamos alrededor de cosas positivas y negativas.
Hay que agarrar lo bueno para ti, transformarlo y conservarlo. Lo malo hay que
desecharlo. El día a día es luchar contra situaciones que no son agradables.
Cuanto te controlas a ti mismo y entiendes que cada uno de esos elementos forma
parte de tu vida, te logras canalizar.
A parte
del kung fu, ¿cuáles han sido sus otras ocupaciones?
—Siempre he pensado que lo más importante es
estudiar. Tener una formación es importante, de nada sirve crecer en las artes
marciales sin entender lo que estás viviendo. Dedicarse a una carrera es parte
del desarrollo integral y cuando lo combinas con las artes marciales se crea un
complemento. Te da una mejor visión de las cosas que te rodean. Los estudios
son la prioridad. Hay que crear una base.
¿Cómo se
combina la formación marcial con su trabajo?
—Yo trabajo en la parte de gerencia
administrativa, específicamente en la
sección de servicio al cliente. Día a
día se te presentan situaciones en las cuales hay mucha agresividad ¡Y bien
desagradables! Las artes marciales te ayudan a canalizarte. Si por cada persona
que te insulta, te falta el respeto, o te hable de manera agresiva, tú lo vas a
golpear… estamos graves. Hasta mis supervisores me lo han preguntado: “¿cómo
haces para estar tan tranquilo y con una sonrisa?”.
No
importa que tan fuerte sea la persona ni el insulto, si tú eres educado,
canalizas tu energía y sonríes con educación, hasta el más ignorante se va a
bajar y va a entender que lo está haciendo mal.
La ética es algo muy importante, la ética
marcial dice que debes mantener todas las cosas cómo deben ser. Aquellas
personas que logran entender esto no entran en corrupción; siempre buscan hacer
las cosas bien. Separan lo correcto de lo incorrecto y entienden que las cosas
son lo que son en cada momento de su vida. De esa forma, en las decisiones
familiares, o de trabajo, entiendes que las cosas no siempre son rectas y que
algunas veces te tienes que desviar, a veces hacia delante, otras hacia atrás,
derecha o izquierda, pero sin perder el objetivo. Tanto como profesional, como
artista marcial.
Usted ha sido alumno y maestro, ¿cómo es ese
cambio?
—Todavía soy alumno (risas). Mira, cada día
aprendemos algo nuevo. Eso es importante, tanto en el trabajo como en la
familia. Seremos estudiantes toda la vida. La parte del maestro es un poco más
complicada, ¿por qué? Porque la mayoría
de los maestros son egoístas, no quieren enseñar lo que tienen.
Sin embargo, el punto está en que si tú no
quieres enseñar lo que tienes, ¿cómo vas a trascender? Debes dar todo de ti sin
esperar nada a cambio. A medida que practicas diferentes estilos aprendes algo
nuevo. Cada día es una enseñanza y , de igual forma, mis maestros aprenden algo
de mí.
En la etapa de maestro tienes que entender que
todo lo que tienes, en algún momento, debe ser interpelado. Porque dentro de tu
grupo de estudiantes va a haber un líder. Puede haber muchas personas que
resalten y brillen, pero siempre hay un líder. Ese líder lo escoge el maestro.
Se llama discípulo, es aquel que tiene todos los requerimientos, sin importar
que sea un gran peleador o que esté ganando constantemente. Los trofeos no te
engrandecen, son sólo circunstancias. El excelente artista marcial, al igual
que el gran padre y el buen hijo, es aquel que es honesto consigo mismo y con
los demás.
Desde su
rol como maestro, ¿cuál es su mensaje principal hacia sus alumnos?
—Mis alumnos deben entender que el camino debe
seguir. Yo soy sólo un portador de sistema, para mí sería un gran honor que
ellos siguieran con mi estilo. De no ser así, lo más importante es que sean
ellos mismos y que entiendan que cada una de las enseñanzas que les he dado les
sirve en su día a día. Deben seguir adelante con honestidad y humildad, que es
lo más importante.
¿Qué
tiene el máster José Luis Peñaloza del kung fu, y que tiene el kung fu del
máster José Luis Peñaloza?
—El máster José Luis Peñaloza tiene del kung fu
toda la vida. El dedicarme cada día al entrenamiento
y a la perfección de las técnicas; poder trascender con mis estudiantes. De mi
hacia el sistema, pues la búsqueda de la perfección mediante la incorporación
de lo mejor de otros estilos, hasta lograr algo único.
De todos
los animales que integran el kung fu, ¿por qué la mantis?
—La mantis es un insecto muy rápido y un
depredador. Sus movimientos son efectivos y contundentes. La mantis es un
estilo que se adapta a la defensa personal o la defensa de supervivencia.
A
mediados de los 2000, usted se fue de Venezuela hacia Estados Unidos, ¿cómo fue
esa decisión?
—Fue muy dura, desde los 90 yo me separé de mi
academia original. Tuve varios problemas con mis maestros por no pensar igual
que ellos, incluso fui expulsado. Tomé la decisión de abrir mis propios grupos,
en Los Naranjos y en Lomas de La Lagunita. Sin embargo, hubo una a la que le
dediqué una parte especial: la escuela San Luis.
Era un grupo de muchachos muy pequeñitos. Allí
el maestro aprendió de los alumnos y los alumnos aprendieron del maestro. Se formó una amistad. A mis estudiantes los
veía como mis hijos, los quería y los protegía.
Cuando tuve que tomar la decisión fue muy duro. Sentí que los
abandonada, pero se presentó el tren de las oportunidades y ese pasa una vez en
la vida.
¿Cómo es
enseñar un sistema marcial a unos niños?
—Requiere una atención directa y personalizada. Es
una lotería, no sabes si van a seguir o no van a seguir. Muchos vienen
obligados por los padres. Manejarlo es complicado e impredecible. Los adultos
es lo contrario. Practican artes marciales porque lo sienten. Tienen que hacer
sacrificios por los trabajos y los estudios, pero primero existen ellos como
personas y para quererse como personas deben hacer lo que sienten y hacerlo
como se debe hacer.
A lo
largo de su trayectoria ha recibido muchos reconocimientos ¿cómo se maneja el
hecho de ser más reconocido afuera que en su propio país?
—Es triste, realmente. No solo en mi caso, sino en
muchos, no sólo artistas marciales sino también escritores, por nombrar algunos.
Sólo ha habido un reconocimiento que me ha sacado las lágrimas, fue una carta
que me hicieron en San Luis que decía: “Somos o no somos”, en la cual todos mis alumnos la
firmaron. Cuando tus estudiantes, tus alumnos, tus hijos, se acercan a ti y te
dan las gracias, pues, vale más que cualquier campeonato mundial. De hecho, al
venir a Estados Unidos tuve que botar por lo menos 60 trofeos. Otro premio es ver a los
muchachos crecer y formarse.
¿Cuál es
su próximo objetivo, tanto personal como marcial?
—Que el sistema siga creciendo. Mi meta es obtener el octavo dan. Estoy dando lo mejor
de mí. Hay que seguir adelante, no hay que parar.
Una
frase que resuma lo que piensa del kung fu.
—Es una forma de vida. Está en el día a día, la
tienes que llevar dentro de ti para ser una persona digna y con principios.
Si
Venezuela fuera un artista marcial, que cinturón tendría?
— (Risas) De alto nivel, los venezolanos tienen un
nivel extraordinario. Vienen de la vieja escuela, los valores marciales son
importantes, la honestidad está ahí. Cada vez que Venezuela compite es un
enemigo completo.
Mi querido amigo, hermano, y alumno Iván Aranaga...estoy super impresionado por tu artículo. En realidad para mi ha sido muy especial y gracias de todo corazón por ésta oportunidad de entrevistarme contigo a distancia... es la primera vez en mi carrera como artista marcial que me hacen una entrevista tan profesional y que refleja claramente quien soy yo…Iván admiro lo profesional que eres y te deseo todos los éxitos en tu carrera. Gracias por éste honor tan grande de ser reconocido a través de tus palabras, y por mantener viva la llama del "American Mantis Kung Fu" Se que te estás preparando para ser SiFu “Cinturón Negro” en nuestro sistema y para mi sera un honor estar alli en tu promoción… de todos modos los valores, principios, y ética marcial viven en tí de forma natural…y esos ingredientes son difíciles de obtener para la formación de un verdadero Cinturón Negro…asi que Iván un fuerte abrazo y que Dios te bendiga...te queremos y te extrañamos mucho desde FL USA..."SOMOS O NO SOMOS" AMERICAN MANTIS KUNG FU & SELF DEFENSE FOREVER…!
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